Con una serie de frescos bizantinos única en el mundo, la basílica de Santa María Antigua, en las ruinas del Foro Romano, ha reabierto definitivamente sus puertas al público tras 35 años de restauración y más de un milenio de olvido.
Llamada la “Capilla Sixtina” del Alto Medioevo, la basílica salvaguardó sus pinturas tras un terremoto del año 847 que ocasionó que fuera abandonada y, por lo tanto, que no sufriera la furia iconoclasta (el movimiento de destrucción de íconos sagrados considerados idólatras) que se impuso a partir del siglo VIII.
Sepultado durante más de un milenio, el templo fue salvado del olvido gracias a las excavaciones del arqueólogo Giacomo Boni, quien en 1900 lo sacó a la luz luego de abatir la iglesia de Santa María Liberadora (del siglo XVII), que había sido construida encima.
Ubicada a los pies del Palatino, la colina donde según la leyenda fue fundada Roma, la basílica conserva en sus paredes un patrimonio de pinturas del primer milenio (de entre los siglos VI y IX) único en el mundo cristiano, explicó Francesco Prosperetti, superintendente de Bienes Arqueológicos de Roma, durante un recorrido con los medios.
Dijo que la iglesia, antes solamente accesible por breves periodos bajo visita guiada, ha reabierto definitivamente sus puertas al público a partir de la penúltima semana de marzo, al término de una compleja obra estructural, proseguida con la restauración de las pinturas.
Para documentar la extraordinaria historia del monumento fue preparada la muestra “Santa María Antigua. Entre Roma y Bizancio”, que incluye algunas piezas prestadas, como el ícono de la Virgen con el Niño, perteneciente a la iglesia de Santa María Nuova, donde fue colocado tras el abandono del antiguo edificio a causa del terremoto.
En ocasión de la reapertura, el ícono ha retornado a su lugar original, el mismo en el que los fieles lo veneraban hasta finales del siglo IX.
Otras piezas de la muestra son los bustos de reinantes de la época de la fundación de la iglesia, entre ellos el grupo de esculturas denominado de la emperatriz Ariadne y de Amalasunta, hija del emperador Teodorico.
Asimismo, son expuestos cuatro mosaicos del arte visual del Alto Medioevo, que decoraban el oratorio del papa Juan VII (705-707) en la antigua basílica de San Pedro.
Ese fue el pontífice a quien se debe el traslado del episcopio (la residencia del obispo) de la colina del Laterano a la del Palatino, en la zona superior de Santa María Antigua, que con él se convirtió en la capilla palatina.
En la Rampa Imperial, también recientemente reabierta, que conecta al Foro Romano con el Palatino y a la que se entra por un antiguo pasaje dentro de la iglesia, son expuestas piezas encontradas durante las excavaciones de Boni.
Según Prosperetti, la basílica tuvo un papel central en la cristianización del Foro Romano (sede del poder político y religioso de la Roma antigua) postclásico y en la relación de Roma con Bizancio (la actual Estambul), centro del Imperio Romano de Oriente.
Consagrada en el siglo VI, Santa María Antigua “representa una excepción al interior del área arqueológica central del Foro Romano, un pedazo de arquitectura medieval único y quizá por ello permaneció secreto durante decenios”, resaltó el experto.
Recordó que el templo fue levantado en la que era la zona de ampliación de la “domus tiberiana”, realizada por Calígula y sucesivamente reestructurada por Domiziano, que tuvo un papel importante de conexión entre el Foro Romano y el Palacio Imperial.