Guanajuato es un ejemplo claro de que el desarrollo económico no representa necesariamente una mejora en el tejido social, coincidieron investigadores del Sistema Universitario Jesuita, quienes además advirtieron que la violencia que se vive en el estado, se asemeja a lo que ocurrió hace algunos años en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Académicos de la Ibero de la Ciudad de México, Puebla, Torreón, Guadalajara y León se reunieron para presentar el proyecto de investigación “Tejido social, socialidades y prácticas emergentes en México ante los desgarramientos civilizatorios”, que concluirá en 2021 y que tiene como objetivo construir nuevos enfoques para estudiar las múltiples y nuevas violencias que dañan el tejido social, así como la redefinición de este concepto.
En este contexto, Miguel Calderón Chelius, doctor en Sociología por El Colegio de México, apuntó que el caso de Guanajuato es interesante porque refleja un modelo de desarrollo económico que no se traduce en un bienestar personal ni familiar.
“Guanajuato es uno de los estados en México que mejor dinámica económica tiene, hay empleo, la gente consigue trabajo, entonces uno diría que están las condiciones para que todo esté bien, pero ese empleo no va acompañado, por ejemplo, de infraestructura social necesaria para ver a los niños que las mamás dejan en sus casas para irse a trabajar, tampoco es un empleo bien remunerado, por lo tanto tampoco alcanza y eso genera una precariedad, lo que obliga a que las familias incorporen a más miembros al mercado de trabajo sin que haya una vinculación más profunda.
“Se empieza a generar, a partir de esta misma dinámica económica de enorme acumulación, pero acompañada de una enorme precariedad del empleo, genera una descomposición en las comunidades”, explicó.
Por su parte, el investigador Fabrizio Lorusso sostuvo que, en el contexto nacional de una crisis sistémica con múltiples violencias y crisis de derechos humanos, Guanajuato es el epicentro de esta situación, asemejándose a lo que en su momento fue Ciudad Juárez, lo cual ha creado espacios carentes de Estado de derecho, que a su vez, supeditan a su población a un tipo de vida dentro de un tejido social en constante descomposición.
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