La instalación de mil 200 hectáreas de azoteas verdes reduciría un grado Celsius la temperatura ambiental en la Ciudad de México y combatir las islas de calor, estimó el biólogo Jerónimo Reyes Santiago.
El especialista del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destacó los beneficios ambientales si se aprovecharan las azoteas, paredes y muros al sembrar plantas adecuadas, resistentes a la sequía y a la excesiva exposición solar.
En un comunicado, explicó que para instalar esos sistemas de naturación se requiere un mantenimiento adecuado, medir la capacidad de carga para evitar que colapse el edificio, determinar el tipo de vegetación y aplicar sistemas de captación de agua de lluvia y de paneles solares para aprovechar la energía renovable.
El también responsable del proyecto de azoteas verdes en la máxima casa de estudios, desarrolló un modelo en el techo de la Coordinación de la Investigación Científica, en Ciudad Universitaria.
“Necesitamos muchas hectáreas de azoteas verdes combinadas con celdas solares. Es algo urgente. Serviría más un corredor, con la participación de gobiernos, empresarios y academia, para que sean obligatorias en unidades habitacionales o espacios grandes, como ocurre en Alemania, Japón, Singapur, Estados Unidos y Canadá”, apuntó.
Reyes Santiago explicó que entre los beneficios de esos proyectos ambientales diseñados para las megaciudades resalta la reducción o mitigación de las islas de calor urbanas, sobre todo en espacios saturados de edificios y calles asfaltadas.
También sirven para que las plantas atrapen y metabolicen los contaminantes las partículas suspendidas como plomo, cadmio y zinc, entre otras, antes de que lleguen a la atmósfera.
“Para la captación de contaminantes requerimos grandes espacios y lograr que baje la temperatura; hacer de las plantas de la azotea nuestras aliadas, pues son una trampa de partículas suspendidas tóxicas”, explicó.
Además reducen la velocidad de correntía, es decir, durante las lluvias el agua corre en una ciudad donde casi no hay suelo, pero con estos sistemas el ciclo hidrológico se regula y la azotea retiene agua de lluvia que no va al desagüe.
Esos espacios verdes también mejoran la biodiversidad, pues a ellos, llegan abejas, mariposas y aves, además de bacterias y hongos que se desarrollan en las raíces y que degradan toxinas.
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