Francisco cambió hoy la tradición centenaria de los Papas que reciben en el Vaticano a los jesuitas, durante su asamblea general, y acudió él mismo a la sede de la orden religiosa a la que pertenece.
El pontífice llegó la mañana de este lunes hasta la curia general de la Compañía de Jesús, ubicada a pocos metros de la Plaza de San Pedro, e ingresó hasta el salón de plenos donde tiene lugar la 36 Congregación General, el máximo órgano de gobierno del instituto religioso.
Ingresó caminando y se sentó en el presídium, junto al nuevo prepósito general (también llamado “Papa negro”), el venezolano Arturo Sosa Abascal. Desde allí dirigió un largo discurso en español a los 212 delegados participantes en el encuentro.
A ellos, originarios de los cinco continentes, les instó a “caminar juntos”, siendo libres y obedientes, yendo a las periferias donde otros no llegan. Un caminar, añadió, que no es un mero ir y andar, sino que se traduce en “aprovechamiento y progreso”, en hacer algo en favor de los otros.
Un aprovechamiento, agregó, que no es individualista ni elitista, sino que es comunitario. Además pidió a los religiosos ser como “dardos” que sacudan a la Iglesia y les advirtió contra la tentación de la “mundanidad espiritual”.
“Tentación que no es, en primer lugar, moral sino espiritual y que nos distrae de lo esencial: que es ser aprovechables, dejar huella, incidir en la historia, especialmente en la vida de los más pequeños”, precisó.
Más adelante sostuvo que el oficio de la Compañía de Jesús debe ser el “consolar al pueblo fiel” y evitar que “el enemigo de natura humana” robe la alegría: la alegría de la familia, la alegría de la Iglesia, la alegría de la creación.
“Que no nos la robe ni por desesperanza ante la magnitud de los males del mundo y los malentendidos entre los que quieren hacer el bien, ni nos la reemplace con las alegrías fatuas que están siempre al alcance de la mano en cualquier comercio”, siguió.
Aseguró que la alegría no es un “plus decorativo” para los católicos, porque una buena noticia “no se puede dar con cara triste”, pero aclaró que esa alegría no debe buscarse como un “efecto especial”, propio del consumismo, sino como consecuencia de la propia espiritualidad.
Instó a los jesuitas a vivir la misericordia como un estilo de vida y no como una palabra abstracta, una acción constante a favor de los más pobres, de los pecadores, de los sobrantes y crucificados del mundo actual, que sufren la injusticia y la violencia.
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