Asunción se convirtió hoy en una fiesta ante la llegada del Papa Francisco, quien fue recibido por una caravana multitudinaria que custodió el primer recorrido del papamóvil.
La lluvia no amilanó a las miles de personas que acamparon y esperaron con paciencia durante horas al costado de la autopista que une al Aeropuerto Internacional Silvio Pettirosi con la capital paraguaya.
Antes, Francisco hizo una breve escala en la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor, en donde decenas de reclusas interpretaron una canción en su honor mientras agitaban pañuelos blancos y amarillos, colores de la bandera vaticana.
La visita, que duró apenas cinco minutos, no estaba prevista en la agenda oficial, pero el Papa argentino la incluyó de último momento al responder positivamente a una petición que recibió a través de una carta que le escribió una interna.
El pontífice fue recibido por el presidente de Paraguay, Horacio Cartes, apenas bajó del avión que lo traía de Bolivia, en medio de una pertinaz lluvia que obligó a los guardaespaldas oficiales a proteger a ambos dirigentes con paraguas.
La bienvenida oficial comenzó con un coro infantil que cantó el himno paraguayo en guaraní, lenguaje ancestral de estas tierras, luego el himno pontificio en español, y finalmente una canción que combinó ambos idiomas con el aché, otra lengua indígena paraguaya.
Sentado en una carpa que se montó para la ocasión, acompañado siempre de Cartes, Francisco vio un documental que recordó la visita que en 1988 realizó su antecesor Juan Pablo II en 1988 a Paraguay, país que tuvo que esperar 27 años para recibir a otro sumo pontífice.
Terminada la proyección, el Papa bendijo la placa que recuerda la visita de Juan Pablo II, recibió un ramo de flores de manos de una niña que representó a los pueblos indígenas, y presenció un cuadro de ballet tradicional.
En cuanto concluyó la ceremonia de bienvenida, el jerarca de la Iglesia Católica se acercó al vehículo techado ex profeso para cubrir la lluvia, pero antes recibió un abrazo masivo y espontáneo de niños que lo hicieron reír.
En el camino de 13 kilómetros hacia Asunción, el Papa nunca estuvo solo, ya que lo acompañaron los gritos, llantos y rezos de cientos de miles de personas que formaron vallas humanas y que vestían camisetas paraguayas, aunque sobresalían más las de sus compatriotas argentinos que cruzaron la frontera para venir a verlo.