El Papa defendió hoy la dignidad de los refugiados y migrantes, en un histórico discurso ante el Congreso de Estados Unidos en el cual llamó a abolir la pena de muerte, a combatir la pobreza, las nuevas esclavitudes y toda forma de fundamentalismo.
“En este continente también miles de personas son conducidas hacia el norte en busca de una vida mejor para ellos y para sus seres queridos, en busca de oportunidades mayores. ¿No es esto lo que queremos también para nuestros propios niños?”, cuestionó Francisco, hablando en inglés.
Pidió a los legisladores no desconcertarse por los números y verlos como personas, ver sus caras y escuchar sus historias, tratando de responder como mejor se pueda a su situación, en un modo que sea siempre humano, justo y fraternal.
“Tratemos a los otros con la misma pasión y la compasión con la cual queremos ser tratados. Busquemos para los otros las mismas posibilidades que buscamos para nosotros. Tratemos de ayudar a los otros a crecer, como nos gustaría ser ayudados nosotros mismos”, señaló.
“Si queremos la seguridad, démosles seguridad; si queremos vida, démosles la vida; si queremos oportunidades, démosles oportunidades. El criterio que usamos para otros será el criterio que el tiempo usará para nosotros”, añadió.
Por primera vez en la historia un Papa tomó la palabra ante la sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos, gracias a la invitación del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.
Francisco llegó hasta el capitolio poco antes de las 09:30 hora local (13:30 GMT) y fue recibido por el Sargento de Armas en la “Carriage Entrance”, un ingreso desde el cual se dirigió al primer piso donde encontró al propio Boehner.
Tras un breve encuentro privado entre los dos, el presidente acompañó al Papa hasta el hemiciclo donde se anunció su ingreso.
Jorge Mario Bergoglio fue acompañado ante un podio ante el cual se dispusieron el presidente del Senado, el secretario de Estado, el jefe de la oposición y los jueces de la Suprema Corte de Justicia.
En su largo discurso, pronunciado pausadamente y en inglés, el líder católico indicó que la responsabilidad de los miembros del Congreso es permitir el crecimiento del país, así como defender y preservar la dignidad de los ciudadanos hacia el bien común.
Citó a cuatro grandes personajes que representan los valores fundamentales de los estadunidenses y cuyo espíritu puede sobrevivir a las crisis, las tensiones y los conflictos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.
Advirtió que la responsabilidad de todos es “proteger y defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo”.
“Sabemos que ninguna religión es inmune a las formas de desilusión individual o extremismos ideológicos. Esto quiere decir que debemos estar especialmente atentos a todo tipo de fundamentalismo, que sea religioso o de otro tipo”, constató.
Sostuvo que se requiere un “delicado balance” para combatir la violencia perpetrada en nombre de la religión, de la ideología o de un sistema económico, y salvaguardar la libertad religiosa, intelectual e individual.
Puso en guardia contra la tentación del “reduccionismo simplista” que ve solo bien o mal y estableció que el mundo contemporáneo, con sus heridas abiertas que afectan “a tantos de nuestros hermanos y hermanas”, exige que se enfrente cada forma de polarización que divida esos dos campos.
“La cooperación entre las religiones es un recurso poderoso en la batalla por eliminar las nuevas formas globales de esclavitud, nacidas de injusticias graves que pueden ser vencidas sólo por una nueva política y nuevas formas de acuerdo general social”, abundó.
Más adelante se refirió a los indígenas originarios de la Unión Americana, denunció que sus derechos “no siempre fueron respetados”, reconoció que sus primeros contactos con los colonos fueron a menudo “turbulentos y violentos”, y llamó a no repetir “los pecados y los errores del pasado”.
Instó a resolver la situación de los pueblos originarios, permitiéndoles vivir digna y justamente, rechazando toda actitud de hostilidad.
Se pronunció por una abolición global de la pena de muerte y, al respecto, estableció: “Estoy convencido que este camino es el mejor, porque toda vida es sagrada, toda persona humana tiene una dignidad inalienable, y la sociedad solo se puede beneficiarse de la rehabilitación de los convictos”.
Urgió a aplicar “acciones y estrategias valientes” encaminadas a implementar una “cultura del cuidado” del medio ambiente, e integrar una visión de combate a la pobreza, restablecimiento de la dignidad de los excluidos y, al mismo tiempo, de protección a la naturaleza.
“En esta perspectiva de diálogo, quiero reconocer los esfuerzos realizados en estos meses para ayudar a superar las diferencias históricas vinculadas a dolorosos episodios del pasado. Esto es mi deber construir puentes y ayudar a todos los hombres y mujeres, de cualquier modo posible, a hacer lo mismo”, señaló refiriéndose al deshielo con Cuba.
Dijo que no puede ocultar su preocupación por la familia, institución que consideró amenazada “como nunca antes” y lamentó que las relaciones fundamentales están siendo puestas en duda, entre ellas la base misma de matrimonio y la familia.
“¡Cuán esencial es la familia en la construcción de este país! ¡Y cuán digna es de necesitar nuestro apoyo y estímulo!”, destacó.
Terminado el discurso, el obispo de Roma fue acompañado a la Sala de las Estatuas y después a la Sala de la Cúpula, donde ofreció como regalo a la Biblioteca del Congreso una edición preciosa y antigua de la Biblia.
Luego Bergoglio y Boehner se asomaron a un balcón para saludar y bendecir a la multitud reunida en el área monumental del National Mall. De allí el líder católico partió con destino a la iglesia de San Patricio.