China, la segunda economía mundial, ha mostrado en los últimos 20 años un crecimiento acelerado, pero que está trae consigo graves consecuencias medioambientales.
China deja claro que no aprendió de los errores cometidos por otras potencias industriales como Reino Unido y Estados Unidos en su despegue económico en el siglo XX, que siguieron el camino de “contaminar primero y limpiar después los desastres que han generado”.
Estos últimos días Beijing y sus alrededores siguen afectados por una grave contaminación que tarda en dispersarse, ya que la concentración de partículas finas peligrosas conocidas como PM 2.5 se situó en un rango de entre 100 y 200 microgramos por metro cúbico.
La ciudad activó el domingo la primera alerta amarilla por contaminación de la segunda mitad del año, lo que supuso la entrada en vigor de restricciones en las obras de construcción, las barbacoas al aire libre y la quema de rastrojos, destacó la agencia Xinhua.
Los expertos meteorológicos prevén que el norte de China vuelva a sufrir esmog en otoño e invierno, pues se prevé que el tiempo sea desfavorable.
China tiene un sistema de alerta por colores ante la meteorología adversa en el que el rojo indica el nivel más grave, seguido del naranja, el amarillo y el azul.
Para combatir la contaminación, la segunda potencia económica del mundo ha decidido cambiar el discurso y reducir las emisiones de dióxido de carbono por su Producto Interno Bruto (PIB) por unidad del uso de energía entre un 60 y un 65 por ciento de aquí a 2030, tomando como referencia los niveles de emisión de 2005.
En tanto, se contempla que el 15 por ciento de la energía que se genere en 2020 venga de fuentes limpias y no contaminantes.
La contaminación en China es una cuestión que diferentes organizaciones, entre ellas Naciones Unidas, lleva años persiguiendo, ya que el gigante asiático encabeza la lista de países que más contaminan, llevan décadas generando todo tipo de problemas y fenómenos desagradables como el hecho de que el 60 por ciento de las aguas subterráneas del país estén contaminadas.
Beijing registró en 2015 una media anual de 86 micras por metro cúbico y de 62 la conjunta de todas las urbes del país, frente a las 55 micras apuntadas en el estudio. Sin embargo, un aire aceptable rondaría los 25 y para que fuese óptimo la concentración de PM 2.5 no debería superar las 10 micras por metro cúbico.
En el último trimestre de 2015 China registró un duro impacto por la contaminación, en donde la capital alcanzó hasta 620 micras por metro cúbico y en Xinxiang, en la provincia de Hunan, se alcanzaron 727. Por lo tanto, si 25 micras son la barrera de salubridad establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas cifras son más de 200 veces superiores.
Discussion about this post