En Mauritania hay una antigua y controvertida tradición que establece que la privación de libertad se transmite por vía matriarcal. De esta manera, los niños nacidos como resultado de violaciones perpetradas por la etnia dominante son propiedad del amo violador.
El Parlamento ha equiparado recientemente esta práctica a un crimen contra la humanidad, castigado con veinte años de prisión. Pero hasta ahora, por desgracia, en todo el país sólo ha sido registrada una condena por este delito.
Biram Dah Abeid, al que muchos apodan “el Madiba de Mauritania”, como Nelson Mandela en Sudáfrica, está todavía en la cárcel.
Dos años de prisión: oficialmente por haber participado, en noviembre de 2014, en una manifestación no autorizada en contra de la esclavitud de la tierra (trabajar gratuitamente tierras expropiadas por el gobierno), oficiosamente por haber desafiado al presidente Mohamed Ould Abdel Aziz en las elecciones presidenciales del 21 de junio de 2014.
Con él, en la cárcel, han acabado dos de sus colaboradores más cercanos. Los tres están acusados de resistencia a la fuerza pública durante una marcha en Rosso, ciudad natal de Biram, en la frontera con Senegal.
Biram, defensor del pueblo de los antiguos esclavos de etnia haratine y líder de la Initiative de Résurgence du Mouvement Abolitionniste (IRA), está, por lo tanto, de nuevo en el calabozo.
Con una vida dedicada a la denuncia de las prácticas esclavistas en Mauritania, ya había terminado en la cárcel en 2012 por haber prendido fuego en público a algunas páginas del Corán con las que se adoctrinaba a los esclavos para que estuviesen orgullosos de su condición.
Un crimen de los más graves en la República de Mauritania, que es una de las cuatro en el mundo que se define como “islámica”, junto con Irán, Pakistán y Afganistán.
En las dos detenciones de Biram la lluvia de críticas duró varios meses. Alzaron la voz sobre todo Amnistía Internacional, el Parlamento Europeo y algunos senadores demócratas de Estados Unidos.
En 2014 Biram mantuvo también una reunión privada con Barack Obama en la Casa Blanca. Su lucha contra la esclavitud tiene algo de inherentemente subversivo en un país como Mauritania, donde desde siempre existe una articulada jerarquía social que asegura el predominio político y económico de los árabes-bereberes.
Según el Índice Global de la Esclavitud, elaborado por la ONG australiana Walk Free y que calcula el número de personas en estado de esclavitud moderna en 167 países, en este país del África del noroeste hay unas 500 mil personas que siguen viviendo en condiciones de esclavitud.
Estas cifras coinciden grosso modo con las de los especialistas de las Naciones Unidas sobre las formas contemporáneas de esclavitud. Mauritania se confirma así como la nación con la mayor proporción de esclavos en el mundo.
Y ello a pesar de que la esclavitud fue abolida por ley en 1981 y de que el Parlamento endureció las penas primero en 2007 y luego en 2014, equiparando la práctica a un crimen contra la humanidad, punible con 20 años de prisión.
Mauritania era el único país en el mundo que no tenía una legislación adecuada contra la esclavitud. Ahora que la tiene, resulta que a menudo las leyes no bastan para eliminar tales prácticas anacrónicas.
Hay muchos factores que ayudan a explicar por qué la esclavitud en Mauritania continúa sobreviviendo.
Razones políticas
Los esfuerzos del gobierno, que niega completamente la existencia de la esclavitud, y que prefiere hablar de “consecuencias” de la esclavitud, no parecen ser lo suficientemente eficaces.
De hecho, han aparecido agencias gubernamentales para la supervisión de la esclavitud, para la reintegración de los esclavos liberados en la sociedad, pero también es cierto que hasta la fecha sólo una persona en todo el país ha sido condenada por posesión de esclavos.
Mucha parte de la ayuda económica internacional para Mauritania depende de la actitud del gobierno hacia la esclavitud, y por lo tanto las autoridades parecen tener mucho interés en el encubrimiento de quejas en contra de los esclavistas y de eventuales procesos.
No es casualidad que a todos los periodistas que quieren tratar la cuestión se les asigne un agente del gobierno que supervisa su trabajo y cuya presencia, inevitablemente, intimida al entrevistado. Por lo tanto, para entrevistar a un sujeto sensible, a menudo hay que salir por la noche, con un ojo siempre en la nuca.
Razones religiosas
Históricamente, los imanes locales siempre se han posicionado a favor de la esclavitud, especialmente en las zonas rurales. Se sirven de versos polémicos del Corán para justificar la práctica.
Razones geográficas
Mauritania es un país enorme, casi totalmente cubierto por las arenas del Sahara, con una gran parte de la población nómada, y por lo tanto en algunas zonas resulta difícil hacer cumplir las leyes.
Mentalidad
En muchos casos, los esclavos no se dan cuenta de que son esclavos. Están tan inmersos en su condición de sometimiento que creen que es su lugar en el mundo, sin sueldo y sin derechos sobre los hijos.
No son raros los casos en los que los antiguos esclavos deciden volver a su antiguo amo o encontrar a uno nuevo porque la libertad les ha dejado en una situación de más miseria.
Al menos, dicen, con un amo tiene algo de comer y un lugar para dormir. Además, el galopante racismo que existe en el país no hace más que inculcar en las mentes de los esclavos que el hecho de tener la piel negra es sinónimo de inferioridad.
Composición étnica
Mauritania está habitada por diferentes grupos étnicos, que se pueden subdividir en cuatro grandes grupos.
1. Los bidanes (literalmente, “los blancos”), o moros blancos, son bereberes con la piel más clara que hablan árabe y que tradicionalmente han poseído esclavos. Ellos son los que ostentan los principales cargos políticos y las mayores riquezas. Sin embargo, no es raro encontrar a un moro blanco que vive en la pobreza.
2. Los abd (literalmente, “esclavos negros”), o moros negros, tienen la piel oscura e históricamente fueron esclavizados por los moros blancos. Originarios de África subsahariana, los moros negros han asimilado muchos aspectos de la cultura árabe de sus amos y hablan hassaniya, un dialecto árabe.
3. Los haratine (literalmente, “los esclavos liberados”), que constituyen aproximadamente el 40 por ciento de la población, son tanto los esclavos liberados de facto como los que pertenecen a los moros negros como esclavos. Viven en una especie de limbo entre la esclavitud y la libertad, y son objeto de discriminación de clase y raza.
4. En Mauritania viven otros negros de otros grupos étnicos, entre los cuales los wolof, los soninké y los pulaar. Estas comunidades no han sido nunca esclavizadas y se caracterizan por su propia cultura e idioma.
Bouboucar Messaoud, hijo de esclavos, junto con Abdel Nasser Ould Ethmane, ex propietario de esclavos, es co-fundador de SOS-Esclaves, una ONG que desde los años 90 lucha por la abolición de la esclavitud.
SOS-Esclaves proporciona asistencia jurídica a los esclavos que aspiran a la libertad, recoge sus testimonios y los hace públicos a través de campañas de sensibilización.
“A pesar de que gozaban de una libertad limitada, mis padres eran esclavos. Y a mí no se me permitió estudiar. Pero me las arreglé para ir a la escuela en secreto, con la ayuda de un profesor al que le había caído simpático. Así pude empezar a leer, para hacerme una cultura, y comprender los valores universales de igualdad. La educación ha sido mi salvación”, dice Bouboucar.
“Un esclavo puede ser comprado, vendido, regalado. Los precios varían de esclavo a esclavo. Los hijos de los esclavos se convierten automáticamente en esclavos”, añade el líder de SOS-Esclaves.
Dice que “los esclavos, que no reciben ningún salario, son tratados como animales, viven como animales. Tengo muchas historias que contar, sobre todo la de Moulkheir”.
Ella, señala, “era una esclava que trabajaba en el campo. Todos sus hijos fueron resultado de las violaciones de su amo. Había tenido recientemente una niña, pero su amo le había ordenado que la dejase sola en la cabaña porque, aunque la llevase en la espalda, habría ralentizado el trabajo”.
Bouboucar relata que “así lo hizo. Pero a su regreso se encontró a la niña muerta, comida por los insectos. El jefe no le concedió ni un entierro digno. Pero ahora Moulkheir es libre”.
Y concluye: “El primer paso hacia la libertad es darse cuenta de que uno está en estado de esclavitud. En Mauritania las cadenas de la esclavitud son mentales, además de físicas”.
“Romperlas requiere un proceso largo y complejo. Pero el esclavo que desciende de muchas generaciones de esclavos es un esclavo también mentalmente. Y está totalmente sometido, está dispuesto a sacrificarse por su amo. Este es el tipo de esclavitud que tenemos hoy en día todavía en Mauritania”, enfatiza.