Ginebra.- Siempre a tiempo y tapizado de flores y perfectamente cuidado, el famoso Reloj Florido de la ciudad es el más célebre de los relojes helvéticos y es desde 1955 símbolo de la exactitud, precisión y tecnología de la industria relojera suiza.
El Reloj Florido (Horloge Fleuri) junta dos pasiones suizas: la puntualidad y el amor por la botánica.
Con más de seis mil 500 flores de diversos colores el Servicio de Espacios Verdes y Medio Ambiente fue en un principio el encargado de su creación y lo siguen manteniendo cambiando las flores y sus colores de acuerdo a la época del año.
En pleno centro de la ciudad , empotrado en el Jardín Inglés a orillas de la transitada calle del Puente Mont Blanc, se cuenta que sobre todo antes de la época de los teléfonos celulares, tanto los peatones y automovilistas que pasan frente a él, ponen a tiempo su reloj ya que su exactitud es sorprendente.
El Reloj Florido se ha convertido en un ícono de la ciudad y una parada obligada para los turistas.
En un principio el reloj solamente tenía el círculo central principal, pero a partir de 2002 gracias a la intervención del artista Josée Pitteloud y al escultor Jean Stern, ahora se compone de ocho círculos concéntricos y su segundero es probablemente uno de los más grandes del mundo pues mide 2.5 metros de largo.
Estas ocho esferas de diferentes tamaños forman una original escultura vegetal que ocupa ahora toda la colina donde está instalado el reloj de flores. Y si bien los números se encuentran dispersos en los diferentes cuadrantes, el tiempo sigue siendo legible.
En la actualidad, el reloj de flores tiene una configuración de tiempo electrónico a través de satélite y se ha vuelto aún más representativo del famoso espíritu de Ginebra que enaltece la belleza y la perfección, dos cualidades intrínsecas de la madre naturaleza.