Los últimos días de marzo y los primeros de abril son únicos en Japón: es la temporada de “Sakura”, de floración del cerezo, y ocasión para el “hanami”, la convivencia entre amigos bajo copas floridas.
Parques, zonas arboladas y cualquier cerezo en pleno centro de una ciudad es punto de reunión de familias, amigos, vecinos, compañeros de estudio o de trabajo para beber cerveza, compartir alguna botana o el “dango” -un dulce tradicional hecho con arroz- y cantar o charlar.
El Sakura “es símbolo de belleza efímera, una metáfora de la vida, brillante y hermosa, pero frágil y pasajera”, explica la Oficina de Turismo de Japón, y aclara que se trata de una especie diferente a la que da las cerezas.
Es una costumbre japonesa a la que cada vez se suman más extranjeros residentes y turistas que visitan las ciudades, por el día o por la noche, sin importar las temperaturas que en esta época son cercanas a los 10 grados centígrados.
La celebración del “hanami”, de acuerdo con la Oficina de Turismo de Japón, sólo puede ser comprensible en “una perífrasis: ‘picnic a comienzos de primavera para admirar los cerezos en flor’”.
Cuando estas reuniones ocurren durante la noche reciben el nombre de “Yozakura”, un espectáculo que, aseguran, resulta más bello.
Para los japoneses, es una tradición hacer “Bashotori” desde las 05:00 horas, que significa cuidar desde la madrugada su lugar para el “hanami”, es decir donde realizarán su convivencia a partir de las 18:00 horas.
La algarabía llega cuando cae un pétalo sobre alguno de los asistentes al “hanami”, pues no hay duda que es signo de buen presagio para el año siguiente.
El “hanami”, explica la Oficina de Turismo, es una costumbre que comenzó en el siglo VIII, en la época de Nara; coincide con el inicio de la temporada de plantación de arroz y de las actividades agrícolas, y más reciente con el inicio de los cursos escolares.
Como parte de esta tradición, los agricultores tomaban sake al pie del árbol en el que dejaban ofrendas a sus divinidades.