El Papa Francisco advirtió hoy que si un sacerdote no se siente capaz de ser misericordioso debería pedir un trabajo administrativo y renunciar a confesar porque si no tiene misericordia “hace mucho mal” y “apalea a la gente”.
“Si está un poco nervioso, antes de ir a confesar vaya al médico para que le de una pastilla contra los nervios, pero sea misericordioso. ¿Quién puede decir que el otro es más pecador que yo?”, dijo durante el sermón de su misa matutina.
En la capilla de su residencia vaticana, la Casa Santa Marta, el Papa sostuvo que el “estilo cristiano” es aquel de los sentimientos de ternura, bondad, humildad, mansedumbre y magnanimidad, no la soberbia, la condena, ni hablar mal de los otros.
Más tarde en una audiencia con obispos “novatos”, es decir que fueron nombrados en sus puestos en los últimos 12 meses, reconoció que anunciar el mensaje cristiano “no es obvio ni fácil”.
“El mundo está tan contento con su presente, al menos en apariencia, con lo que es capaz de proporcionarle lo que es útil para suprimir la pregunta de lo que es definitivo”, estableció.
Constató que, sin embargo, los seres humanos siguen asaltados por preguntas cuyas respuestas podrían venir solamente del “futuro definitivo”, de Dios.
Instó a los prelados a encarar los “dramáticos desafíos como la globalización”, que acerca lo que están lejos y por otro lado aleja lo cercano; así como a fenómenos como la migración, que trastorna los días actuales.
Insistió en la necesidad de afrontar la “explotación miope y a menudo depredadora” de la naturaleza, la falta de trabajo que afecta a enteras generaciones, la desertificación de las relaciones humanas, el desamparo de tantos jóvenes y la soledad de muchos ancianos.
Les advirtió que no desoigan las necesidades de sus pueblos, no escatimen energías para ayudar a los fieles, no dejen de acercarse a quienes se han ido de la Iglesia dando un portazo y echando en cara a los obispos sus debilidades.
“Ser obispos capaces de interceptar su camino, no se escandalicen de su dolor o de sus decepciones. Dedicar tiempo a reunirse con ellos, den palabras que revelen lo que todavía no son capaces de ver: el potencial oculto en sus propias desilusiones”, señaló.
“Más que con palabras, calentar sus corazones con la escucha humilde e interesada en su verdadero bien, para que se abran sus ojos e, invirtiendo su curso, vuelvan a aquel de quien se habían alejado”, estableció.