Miles de fanáticos desafiaron la tormenta que azotó esta capital y celebraron en las calles el triunfo 3-0 ante Tigres de México, que le permitió a River Plate coronarse como campeón de la Copa Libertadores después de 19 años.
El mal tiempo no asustó a los hinchas rojiblancos dentro ni fuera de su cancha, ya que 60 mil almas colmaron el Estadio Monumental para alentar al equipo comandado por Marcelo Gallardo.
Los que no consiguieron un boleto para la ansiada final se reunieron en bares, restaurantes o casas en las que juntaron amigos y familiares que confiaban en la victoria del club millonario.
Bastó que el árbitro Darío Ubriaco diera el silbatazo final para que los fanáticos salieran a festejar en los barrios, agitaran banderas desde las ventanas o hicieran sonar los cláxones de sus autos.
El Obelisco, el monumento más emblemático de Argentina enclavado en pleno centro de Buenos Aires, fue el punto neurálgico hasta donde llegaron miles de personas a las que no les importó empaparse ni ser iluminados por los rayos intermitentes.
Tampoco los amilanó la hora, ya que el partido concluyó a la medianoche del miércoles y las celebraciones continuaron durante la madrugada, aunque era tal la euforia que muchos advirtieron que no les importaría ir a trabajar sin haber dormido.
Cantos, lágrimas, risas y abrazos entre desconocidos marcaron una fiesta que estuvo a punto de ser empañada antes del inicio del choque con el club mexicano, cuando se registraron incidentes fuera del Monumental que, por suerte, fueron controlados por la policía.
Durante el partido, todo fue una mezcla de tensión e ilusiones, ya que en los últimos años, después de haber descendido a segunda división, River tuvo que pelear cuesta arriba para honrar su historia como uno de los clubes más importantes de Argentina y de América Latina.