Turquía ha empezado a sentir las repercusiones por derribar un avión de combate ruso la semana pasada, mientras el presidente Vladimir Putin amenazó a Ankara de duras restricciones en respuesta de lo que calificó como un “crimen de guerra”.
Las diferencias entre ambos países, que luchan contra el Estado Islámico, desde distintas perspectivas, pero con la finalidad de reducir el accionar de los yihadistas que operan en Siria e Irak, se han profundizado por la caída del bombardero a manos del ejército turco.
La tensión entre Turquía y Rusia aumentó a un nuevo nivel esta semana luego que el Kremlin emitió una orden ejecutiva que contiene una serie de “medidas económicas especiales” contra Turquía.
Delegaciones diplomáticas de ambos países, encabezadas por sus respectivos cancilleres, se reunieron ayer en Belgrado sin ningún resultado, mientras en Moscú el presidente Putin lanzaba advertencias contra Turquía al presentar el discurso del estado de la nación.
“Si alguien pensaba que después de cometer un crimen de guerra traicionero, el asesinato de nuestra gente, sería posible salirse con meras restricciones al comercio de tomates, o algunas otras restricciones … entonces están groseramente equivocados”, afirmó Putin.
“Vamos a recordarles muchas veces sobre lo que han hecho, y lamentarán lo que han hecho durante mucho tiempo”, sentenció el mandatario ruso.
“Estábamos dispuestos a colaborar con Turquía en los temas más sensibles y a ir más lejos que sus propios aliados. Solo Alá sabe por qué lo hicieron y, por lo visto, Alá decidió castigar a la pandilla gobernante en Turquía, privándola de la razón”, comentó Putin.
Este viernes, el primer ministro turco Ahmet Davutoglu dejó en claro en Bakú, Azerbaiyán, que su país no se puede “poner de rodillas” por las sanciones económicas rusas impuestas en respuesta al derribo de la nave.
El presidente Vladímir Putin, tras rechazar tomar las llamadas de su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, lo ha evitado durante la Cumbre del Clima en París.
Moscú y Ankara están profundamente en desacuerdo sobre qué sucedió cuando Turquía derribó el avión de combate ruso SU-24 cerca de la frontera con Siria, que había participado en la campaña aérea contra los militantes del Estado Islámico en Siria.
Ankara dijo que el avión entró en el espacio aéreo turco el 24 de noviembre pasado y recibió amplia advertencia; Moscú niega ambas afirmaciones y sostiene que el avión fue derribado sobre Siria.
Las tensiones entre los países estalló desde el derribo, cuando Putin describió el percance como “una puñalada por la espalda por los cómplices de los terroristas”.
El presidente Erdogan dijo por su parte que estaba “entristecido” por el incidente, pero se negó a pedir disculpas, e insistió en que “los que violaron nuestro espacio aéreo son los que tienen que pedir disculpas.”
En respuesta, Rusia ha devuelto el golpe con una serie de medidas económicas contra Turquía, incluida la suspensión de la construcción de una tubería de 12 mil millones de dólares destinados a llevar el gas ruso a Turquía y a otros países europeos.
Rusia también ha lanzado acusaciones de que Turquía está involucrado en un comercio de petróleo secreto con el EI, incluso dijeron tener “pruebas contundentes” de la participación de Erdogan y su familia en el negocio.
Erdogan negó rotundamente las acusaciones, y sostuvo “nadie tiene derecho a calumniar a Turquía, especialmente la calumnia de que Turquía compra petróleo al EI. … Turquía no ha perdido sus valores morales para comprar a una organización terrorista”.