El incendio que consumió el “incalculable” patrimonio cultural e histórico del Museo Nacional de Río de Janeiro, donde había 20 millones de piezas, fue calificado por expertos como “una muerte anunciada”, después de que la institución denunciara abandono por parte de las autoridades políticas y falta de presupuesto.
Vinculado a la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), pública, el Museo Nacional recibía desde hace tres años apenas el 60 por ciento de los 550 mil reales (unos 180 mil dólares) anuales con los que la institución sufragaba los costos de mantenimiento.
En mayo, cuando el Museo se preparaba para el aniversario de sus 200 años, el seis de junio, su director, Alexander Kellner, anunció en televisión que la institución haría una “colecta virtual” para acometer obras de reestructuración en el palacio, que albergaba un patrimonio cultural histórico.
La UFRJ dijo que estaba buscando financiación de unos cinco millones de dólares para poder reestructurar el edificio, consumido la madrugada de este domingo por un devastador incendio cuyas causas todavía se desconocen.
Desde hace años varias salas estaban cerradas a los visitantes por la falta de presupuesto para organizar exposiciones, mientras los funcionarios denunciaron la falta de apoyo del poder político, lo que en 2015 provocó el cierre temporal del Museo Nacional por impago a los funcionarios.
“Perdimos la oportunidad de conocer parte del pasado de Brasil”, dijo Claudio Prado de Mello, arqueólogo e historiador del Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (IPHAN) de Brasil, que aseguró que “las piezas más importantes de la arqueología brasileña estaban concentradas aquí”.
La destrucción del Museo Nacional es un símbolo de la crisis económica que sufre Río de Janeiro como consecuencia de la recesión en Brasil y de los enormes desvíos por corrupción revelados desde 2014 con la Operación Lava Jato.
Las principales obras de los Juegos Olímpicos de 2016, por ejemplo, están prácticamente abandonadas tras el evento, con estadios, pabellones y gimnasios que debían ser reconfigurados para el uso de la población tras la cita deportiva, pero que son “elefantes blancos” por la falta de presupuesto.
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